verbobravio

“¿por qué durar es mejor que arder?” (R. Barthes) cybergubasa@yahoo.com

viernes, octubre 06, 2006

Derrotero | En proceso


Inicio

desde que llegaste no hago otra cosa que seguirte.
voy tres pasos, imperceptibles, detrás tuyo.
no velo tu camino.
sólo voy atenta a tu nuca.
cierro silenciosamente cada una de las puertas que atravesamos.
te distraigo, hablo hacia adelante
no sea cosa que se te ocurra volver tras tus pasos
llegar hasta la puerta
y salir, para siempre, de aquí
de mi.

Transcurso

desde que llegamos a esta casa
no hago otra cosa que seguirte.
voy unos pasos detrás tuyo
silenciosa, imperceptible.
trato de perderme
abro las puertas que descartas
y allí estás, esperando
condescendiente.
te veo clausurar, bajo siete llaves
mi percepción díscola.
ya no pregunto porque nunca respondes
escudado en tu frágil esencia
de protagonista en segundo plano.
sigue la marcha
retomanos la férrea formación
yo, a tu sombra fiel
desde donde puedo comprender
el mundo
tu mundo
tu dios
tu crueldad
estrategias perversas dibujan laberintos
sabes que te sigo, pero no sabes como.

Llegada

desde que llegamos a esta casa
no hago otra cosa que seguirte
esperando el gesto
la caricia
la mirada.
no velo tu camino.
sólo voy atenta a tu nuca.
abro sigilosamente cada una de las puertas que atravesamos.
te distraigo, escucho hacia adelante
y vuelvo sobre mis pasos
y llego hasta la puerta
y salgo.
me voy
para siempre
de aquí.

Lady Gabois | Septiembre 2006

Summer Shadows (II)


Febrero, Mar del Plata, Playa Bristol.

Gente, gente, gente. Basura, arena al viento, gente, niños ruidosos, perros, jóvenes camerunenses cargan imposibles valijas llenas de bijouterie. "Eso debe pesar", piensa Lala mientras trata de clavar, infructuosamente, la sombrilla en la arena.

"¡Apurate mujer, no ves que el sol pica y me sube la presión!", ordena su marido desde la diminuta sillita plegable en la que se haya aprisionado. Claro, desde el infarto hay que cuidarlo más. El recuerdo de la imagen de ese hombrón asustado ante la proximidad de la muerte la enternece, un poco.

Es cierto que él la dieta no la sigue, se pone muy violento con el tema de las restricciones y la comida y eso, encima, le sube la presión. Siempre disfrutó de la buena mesa, Lala es una excelente cocinera y sabe que él aprecia eso. Ejercicio no hace, nunca hizo y no va a empezar ahora. Siempre tuvo un carácter fuerte, lo que no tenía era esa panza, pero bueno, será la edad. Además, ya hace treinta años que estamos casados, los hijos tienen su vida, tenemos nuestra casa, el auto y podemos darnos algunos gustos desde que se jubiló, pocos, pero podemos.

"¡No ves que no servís para una mierda!", le reclama y un poco de razón tiene, piensa Lala. Afortunadamente él le hace una seña a un muchacho que, amablemente y por una suma ínfima de dinero –de otro modo, ni pensarlo– se ocupa de dejar la sombrilla firme en la arena. Con él al reparo del sol, y deglutiendo –perdón– comiendo un sandwich, Lala se distiende. "En un rato preparo el mate y lo sorprendo con los churros rellenos que tanto le gustan", sonríe complacida.

Después de comer, nada mejor que una siesta reparadora. "Estás roncando, tendrías que comer menos", lo reprende Lala en voz bajita mientras se pone bronceador y avisa "me voy un rato al agua".

Es cierto que Mar del Plata no le gusta, ni el verano, ni estas vacaciones, ni su vida y es razonable. Lala no se descorazona, las estadísticas están de su lado. El se va a morir primero.

GZ | 22.08.2006