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“¿por qué durar es mejor que arder?” (R. Barthes) cybergubasa@yahoo.com

martes, enero 12, 2010

Noticias a la medianoche

(relatos a media sonrisa perpendicular –al ojo, claro–)

Con algo más de 40 años no se sentía del todo conforme con su cuerpo. No con su aspecto sino con su cuerpo, esa instancia que sólo se muestra en la intimidad. Su desnudez la incomodaba, incluso en soledad, frente al espejo.

El clima de primavera era inestable, como en todas las primaveras. Siempre le costó la mañana y, esa en particular, no le preocupó la transparencia de la camisa que había elegido ya que estaba fresco y se tapó con un abrigo liviano, un saquito que no pensaba sacarse. Parece una nimiedad, pero este hecho menor –como siempre sucede- fue la primera señal de los acontecimientos que se avecinaban.

Esa noche cenó con su novio en un bar de tapas. Una relación reciente pero prometedora. A lo largo del día el clima se volvió sofocante y no hubo otro remedio que abandonar el abrigo, la transparencia la puso bastante incómoda aunque, claro, mucho más la incomodaba permanecer abrigada.

En la mesa, el comentario surgió naturalmente.
–Esta camisa se transparenta mucho…–
El la miró y mientras apoyaba los cubiertos le sacudió un “Quién te va a mirar” y siguió relatandole esos planes maravillosos que siempre hacía y donde ella –esto lo supo después– sólo cumplía el rol de atenta escucha.

No es necesario aclarar que la observación no fue muy grata para su autoestima pero, bueno, estaban en los inicios de la relación y todos somos perfectibles y, bueno otra vez, era un hecho que el no era precisamente demostrativo ni demasiado afectuoso en público pero lo demás estaba bien.

El tiempo pasó, previsible, y todo se había normalizado. Cines, cena, cena y cine los fines de semana. Alguna reunión social, pocas. Pero no estaba sola y ése si que era un valor. A pesar de la aceptación de esta realidad normal un cierto malestar inexplicable se estaba gestando. Algo había de kamikaze en esa insistencia que la llevaba a buscar contención, cariño, proyecto o lo que fuera en medio del vacío.

Pero, socialmente, no estaba sola y eso sí que era un valor.

Una mañana de domingo, como siempre, le alcanzó un mate mientras él leía el diario. Quiso jugar, quizás el gérmen del cambio era una cuestión de puesta en marcha de la voluntad (esa mañana se sentía particularmente pragmática y combativa). Sonriente y en tono juguetón se le acercó y le dijo:

–Gordo, querés…– a lo que él reaccionó con inusitada energía y ofendidísimo le contestó
–¡Yo no soy gordo!– claro, pensó, esa barriga prominente es pura personalidad…

Epa! Qué es todo esto, será que nuestra relación se está deteriorando y la normalidad se quiebra y ya no esta tan bien? ¿Cuando el amor se agrieta por las rajaduras de la negación se cuelan los monstruos de la realidad?
¿Dónde quedó El Principito y aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”?
¿Me estaré volviendo cínica?

Respiró hondo, sonrió y siguió mintiendo(se).
–No amor, te lo digo cariñosamente– Cada quien elige que opción tomar. Es una prerrogativa de la adultez.

Siguió la vida algunas cosas mejoraban (como el cuerpo) con mucho trabajo, o quizás lo que mutaba era la mirada, la propia, pero en síntesis era un mejoría. La intimidad no es para los débiles. Y, en ese lugar, seguía siendo fuertemente crítica.

Hasta que una noche, después de cena y cine, se sintió audaz, lúdica, deseante. Y fue por más, claro que estas cosas pasan, para jugar el juego se necesitan dos jugadores avezados y dispuestos. Generosos. No es un misterio, todos queremos que nos quieran y la mirada complaciente del ser amado fortalece la autoestima. Estimula y sienta bien.

Se puso una ropita linda, suave y sonriente insinuó: –¿te gusta?

–Tenés unos kilos de más, pero a mí me gusta así– sentenció el galán, bostezó, alegó cansancio y se durmió.

La tele estaba prendida, como siempre en ese cuarto. El se acurrucó a su lado y le pasó el control remoto del aparato, suspiró y listo… como siempre en ese cuarto.

Encima, el noticiero de la medianoche, qué podía ser peor. “En Estados Unidos una mujer envenenó al marido con cianuro, fue descubierta. Alegó sus motivos quería una vida mejor que la que tenía, quería tener unas lindas tetas. Con el seguro (U$S 200.000.-) viajó, fue a fiestas, tuvo aventuras y se hizo las tetas”.

Entendió su frustración, no es que la justificara, pero casi. Se vió dentro de 10 años en el mismo lugar, con la misma sensación, con las ganas intactas y con tanta tristeza. Hay cosas que no cambian. Las cartas están echadas y le tocaba jugar. Aceptación o renuncia. Le llevó un tiempo evaluar las consecuencias, estaba cómoda, con él tenía la ilusión de una vida que no era la suya pero el malestar estaba ahí y ya no disfrutaba ni de las cenas, ni del cine, ni de nada.

A la mierda con todo, se levantó, se vistió y se fue. Mientras llamaba el ascensor sonreía, nunca voy a ser tu mujer así que nunca voy a cobrar el seguro, concluyó.

Que tengas una buena vida, bah, en realidad, no.

Lady Gabois, volviendo

3 Comments:

At 12:27 p. m., Blogger Miguel Ángel Maya said...

...Querida Gaby, me gusta que vayas volviendo cada vez más asiduamente: no sólo me gustan tus palabras, sino también tenerte cerca...
...Un abrazo enorme...

 
At 11:09 a. m., Blogger Marta Pizzo said...

Vaya espejo en el que una podría mirarse hasta con la luz apagada che...
Los párpados se amacan una y otra vez y la imagen se queda encendida, encendiendo.
Muy bueno, felicitaciones!

 
At 8:24 p. m., Blogger Verbobravio said...

Marta, amiga, mil gracias por la lectura atenta y sensible, como siempre.

Besos

Gab

 

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