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“¿por qué durar es mejor que arder?” (R. Barthes) cybergubasa@yahoo.com

lunes, febrero 15, 2010

Mañana de Carnaval (un relato del siglo pasado)

Desde los hechos que se narran ha transcurrido una cantidad más que apreciable de tiempo. Tiempo que consideraremos el más eficaz diluyente de todas las pasiones y que, sumado a la distancia destruye todos los vestigios de ternura que pudieran haber dejado las palabras, las caricias, los anhelos.
Ante tamaña destrucción dificilmente algo pueda quedar intacto.
Esta certeza es la que me mueve a la publicación de estas columnas, esta certeza y el hecho de que un buen día dejaron de llegar los sobres celestes que olían a lavanda. Todo esto y el que nunca pude identificar al autor (al que siempre sospeché autora quizás sólo porque no escribía con mano desasosegada de hombre). Nada nuevo, nada notable, nada de nada pasó, ni antes ni durante ni después de estas palabras
. (Mario Visuaróz, editor de “El Malabriguense”)





(Buenos Aires, Febrero de 1999) Amanece en la ciudad y El sentencia “quiero se el último hombre de tu vida”. Ella, mujer al fin, no le cree pero, de todos modos, sonríe halagada. El justifica y amplía la dimensión de sus palabras, su sentencia deviene en súplica, pide esa noche y las por venir una presencia cálida en su cama, un cuerpo suave para tocar, el descanso a cambio del silencio y los fantasmas.

El miedo se hace presente, se palpa, se nombra. Es un sentimiento multifunción y sólo con evocarlo justifica todo lo que no se quiere decir y, pasan horas y, las ganas no aparecen.

El ama su pasado glorioso y sólo de eso habla, ama su dolor, ama sentirse una víctima y ver como va construyendo su dolor en Ella que lo mira, que lo escucha, que lo espera.

Pasan palabras y nuestro héroe no se entrega, juega a que se quiere morir, a que a nadie le importa, a que está dolorosamente solo.

Ella se siente mal, muy mal, nada es como lo había imaginado, aunque es honesto decir que no había imaginado demasiado. Está cansada, necesita dormir, borrar y empezar de de una vez. Barajar y dar de nuevo?

Amaneció y El duerme profunda y plácidamente, Ella no. No puede acomodar ni su cuerpo ni sus ganas, no quiere tocarlo ni se quiere ir. Paradójicamente está donde quería estar.

No consigue entender a este hombre. “Cómo llegué a esto” piensa nuestra heroína devenida en doncella veladora.

El sol puso espinas en su lengua, la doncella se convirtió en dragón y nuestro héroe fue, finalmente, la víctima que tanto ansiaba.

El dijo que Ella era “tierra, agua y miedo, que no son lo mismo pero que al menos se le parecen”. Ella no soporta más palabras, quiere anhelos, caricias, sueños y despertares, que no tienen nada que ver con el miedo y que, decididamente, no se le parecen.


Lady Gabois
(De “Rigor Profesional”, fallida nouvelle eternamente en proceso)